lunes, 5 de septiembre de 2016

Formación virtual


Analicemos...

  1. ¿Qué piensa usted sobre la educación a distancia?
       Considero que la educación a distancia hoy por hoy, ocupa un lugar sumamente importante en la vida del ser humano. El avance tecnológico nos proporciona esta gran oportunidad de poder llegar a otros sin importar el lugar donde se encuentre. Sin temor a equivocarme el aspecto más significativo de la educación a distancia, es que el participante se hace garante de su propio aprendizaje. Así que, el profesor pasa a ser un guía, un facilitador, un tutor, como muy bien es llamada la naturaleza del curso.
        Otro aspecto importante es que la educación a distancia no tiene limitación geográfica, sino que no importa el lugar donde estés. No se limita a un salón de clases, sino que la interacción se da de forma global, cruza fronteras.
  1. ¿De las cualidades del tutor virtual cuál consideras la más importante? ¿Por qué?
        Considero que la más importante es la capacidad de escucha. Como señala muy bien el material de apoyo, esta cualidad permite que el participante sea escuchado por la persona que le guía en el proceso de aprendizaje, teniendo presente que el eje transversal del ambiente virtual, a mi modo de ver, es sin duda la oportunidad que tiene el participante de convertirse en su primer responsable de su aprendizaje.
  1. ¿Qué le diría a un participante que toma clases presenciales para que opte por tomarla virtuales?
        Que la clase virtual le permite hacer otras funciones. Tales como trabajar y no tener que asistir a la universidad a una hora determinada. La interacción puede ser más efectiva con los demás participantes, sobre todo en los foros, ya que no hay un tiempo determinado para terminar. El participante siente mayor libertad de expresarse, en caso de que su personalidad sea algo tímida.
  1. ¿Cómo jerarquizarías las cualidades del tutor virtual?
Cordialidad
Capacidad de escucha
Capacidad de aceptación
Autenticidad y honradez

             
            Israel P.

martes, 17 de noviembre de 2015

Evaluación de los Aprendizajes Virtuales



 Quiero partir de una premisa sugerida por el gran pedagogo Piaget, aprovechando la segunda meta de la educación....y es la de formar mentes que sean críticas, que puedan verificar y no aceptar todo lo que se les ofrece. El mundo de hoy necesita personas que sean capaces de desarrollar un sentido más crítico de su propia realidad. Esta idea nos abre a una gama de posibilidades que permiten a los participantes poder navegar a través del conocimiento, enriqueciendo así la manera de pensar y de actuar.

Tradicionalmente conocemos un tipo de evaluación en los espacios educativos muy diferentes a la manera como se debe implementar hoy día. Por ejemplo, ese tipo de evaluación tradicional se basó en el simple recuerdo de información y en la aplicación de conocimientos en contextos limitados, utilizando pruebas de papel y lápiz u otras tareas académicas como el ensayo escrito. Hoy día, se busca evaluar el logro de objetivos educativos por competencias de nivel superior que involucren una comprensión profunda y el uso activo de conocimientos en contextos reales y complejos. Así que, el enfoque es integrador y más que recordar una información o un dato, es implementar nuevas estrategias por competencias, para así brindar una mayor asimilación, más que convertirse en un papagallo repetidor de información.

Un modelo evaluativo debe verificar que los contenidos y los objetivos respondan a las necesidades, intereses y capacidades existentes. No puede estar ajeno a la realidad, debe salir de las necesidades y las necesidades reflejar los objetivos. Así que, se mantiene una relación estrecha entre los objetivos, la realidad y los intereses de los participantes.

Es importante plantearse algunas interrogantes al hablar de la evaluación en el aula virtual, que consisten en: ¿Cómo se evalúa a los estudiantes? ¿Se aplica de manera congruente? ¿Cuáles son las más adecuadas formas para evaluar el proceso educativo de los estudiantes? ¿De qué manera medir el conocimiento adquirido a distancia?

Sin duda, estas cuestionantes nos ofrecen cierta cercanía en un mismo escenario entre el profesor y el participante, acerca de todo el proceso de enseñanza aprendizaje a distancia. Ahora bien, la evaluación, como categoría didáctica, responde a la pregunta ¿En qué medida se aprende y/o se enseña? ¿Brinda información acerca de la calidad de los objetivos propuestos? ¿Juega un papel trascendental en el cambio educativo? ¿Es una categoría de las que más insatisfacciones genera con relación a su verdadero propósito? Preguntas como éstas dan sentido a la acción educativa que se lleva a cabo en el espacio virtual. Se enriquecen el conocimiento a través del logro de los objetivos.

La evaluación no es solamente la comprobación de los resultados del proceso de aprendizaje de los conocimientos, es también factor regulador de la dirección del mismo. Debemos considerar la evaluación en su real dimensión y utilizarla como instrumento que permita, por una parte, establecer la calidad con que se cumplen los objetivos y logran las competencias, y, en relación con los resultados alcanzados, determinar las correcciones que sea necesario introducir para acercar cada vez más los resultados a las exigencias de los objetivos. El uso efectivo de asegurar la calidad de la docencia es el objetivo de la evaluación del rendimiento. Se trata de un proceso diseñado para medir, de forma objetiva, el rendimiento laboral en entornos virtuales

Asegurar la calidad de la docencia es el objetivo de la evaluación del rendimiento. Se trata de un proceso diseñado para medir, de forma objetiva, laboral en entornos virtuales el rendimiento de los participantes. De modo, que con la evaluación también medimos el nivel de rendimiento del participante. Algunos elementos a tomar en cuenta, tales como: sistemático, objetivo, participantes y flexible.

Algo importante a destacar, es que el participante debe también llevar a cabo una autoevaluación sistemática. Esta evaluación debe estar enfocada en la calidad efectiva y no en la cantidad, pues de esta manera logra explorar por medio de su pensamiento nuevas ideas innovadoras y desarrollar aun más, todo su potencial y valorarlo, no solamente porque se lo digan, sino, porque posee la capacidad de hacer sus propias críticas o más bien, una criticidad. La evaluación debe permitir, al estudiante, elevar sus conocimientos al estimularlo a superar sus desaciertos, lo que garantiza de forma general su crecimiento personal.

Es menester identificar algunos principios de la evaluación del aprendizaje en la enseñanza, que son: confiabilidad, validez, objetividad y autenticidad.        

Las nuevas herramientas tecnológicas ayudan a que los participantes puedan adecuarse a los tiempos a través del uso de las nuevas formas de vivir. Cuando se logra conectar algún contenido y los objetivos con alguna estrategia llevada a cabo como método de evaluación. En atención a lo indicado, consideramos tres objetivos básicos que deben facilitar la evaluación virtual:
  •  Estimular al estudiante a la responsabilidad, la toma de decisiones y el aprendizaje intencional en una atmósfera de colaboración entre los estudiantes y los docentes.
  • Promover el estudio y la investigación dentro de contextos ricos en información y significado. 
  • Utilizar la participación en actividades que promuevan procesos de pensamiento de alto nivel, incluyendo la experimentación, la solución de problemas, la creatividad, la discusión, y el examen de tópicos desde diversas perspectivas

Finalmente entendemos la evaluación virtual como:

a    Valoración de la calidad en los procesos de aprendizaje con énfasis en el conocimiento estratégico, no sólo declarativo. 

b.    Sustento de la calidad del programa: pertinencia, coherencia, autenticidad, competencias.


c.    Mejoramiento continuo en post de una formación integral.

     De tal manera, que la evaluación virtual cobra sentido cuando se hace bajo estos parámetros objetivos. El proceso se evalúa en base a criterios enfocados hacia la excelencia, identificando siempre oportunidades de mejoras. 

                                                                                    

                                                                                   Israel Peralta

 

martes, 13 de octubre de 2015



Dios; como realidad del ser absoluto en Tomás de Aquino frente al Superhombre; dios de Nietzsche

Para Tomás de Aquino a Dios le podemos conocer de dos maneras muy diferentes. En primer lugar, bajo una razón común y confusa, que es igual a razón de verdad en común. Y la otra es, bajo una razón propia, es decir, por algún atributo propio y exclusivo de Dios, como motor inmóvil, ser absolutamente necesario. Ahora bien, el conocimiento que se tiene de Dios por algún atributo exclusivo de Él es propio, aún cuando sea de modo imperfecto. Conocer a Dios bajo alguna razón común y confusa, no es, propiamente hablando, conocer a Dios como el que divisa a lo lejos a alguien que se acerca, aún cuando en verdad sea lo que se trata de percibir, y aunque sea Dios nuestra felicidad, pues muchos la hacen consistir en el poder; otros, en las riquezas, y otros en los placeres. Y esto para Tomás de Aquino no es conocer a Dios como ser absoluto. Luego, al conocer a Dios por razón propia y exclusiva, identificamos su existencia con la misma esencia divina.

En San Anselmo, todos los hombres cuando hablan de Dios quieren expresar bajo este nombre el ser más perfecto que se puede pensar e imaginar. Ahora bien, si este ser careciese de existencia, no seria, obviamente, el más perfecto que se puede pensar e imagina, ya que un ser cualquiera existente, por el simple  hecho de existir, ya seria más perfecto que El. Es por ello, que en el concepto mismo de Dios está implicada su existencia real. Aunque en Tomás, no todos entienden bajo el nombre de Dios el ser más perfecto que se puede pensar, puesto que muchos han concebido a Dios como cuerpo.

“Quien bien entienda lo que significa este nombre “Dios”, en El encontrará encerrada su existencia actual”. (San Anselmo)

De modo que la existencia de Dios es evidente para todos los hombres; por lo que, solo el necio, afirma Tomás, puede decir, no hay Dios.

Dios es el ser más perfecto que se puede pensar. Ahora bien, destaquemos dos sentidos que pueden tener esta proposición:

  •  En primer lugar: Dios es el ser real y más perfecto que se puede pensar. En este sentido, esta proposición supone la realidad y existencia de Dios, y esto por consiguiente da fundamento de demostración con los ateos. Y esta afirmación tomista retuerce los labios de Nietzsche hasta hacerlo decir, que el superhombre es el único ser real.

  • En segundo lugar: Dios es el ser más perfecto que la mente del hombre puede concebir. Aunque en este sentido no se trata de un ser real, como en la proposición anterior, sino de un ser concebido por el hombre como el más perfecto que se puede pensar. De manera que, quien piensa a Dios como el ser más perfecto que se puede concebir, lo piensa también como realmente existiendo.

Ante todo esto y pese a la real evidencia de la existencia de Dios que nos habla Santo Tomás; Nietzsche se atreve a afirmar que Dios ha muerto. Y esta muerte de Dios hace surgir en Nietzsche lo que él denomina el Superhombre. Es decir, todo ese reconocimiento pleno de la ausencia de sentido es la condición para que pueda surgir un sentido, que dicho sea de paso, viene a ser en Nietzsche la presencia del devenir, y con ello, obviamente, el nacimiento del superhombre. Nietzsche hace destacar que el superhombre, es el que asume la muerte de Dios, aún con todas sus consecuencias, y no lo sustituye más que con la vida. En este sentido, es el más fuerte, es el más noble, es el legislador, es el autentico filósofo, es el creador de nuevos valores en tanto que no precisa de falsos valores. Es por consiguiente, capaz de superar y transvalorar los valores reactivos y contrarios a la vida que han caracterizado la historia de toda la cultura occidental.

Ahora bien, Santo Tomás se une al Salmo 52,1 que aclama: Dice el necio en su interior; no existe Dios. Nadie puede pensar lo contrario de lo que es evidente por sí mismo. Este conocimiento de que Dios existe esta impreso en todos por naturaleza. Por consiguiente, Dios es evidente por sí mismo. Tomás,  contrario a Nietzsche, atribuye todo esto a unos principios de demostración, que son: una vez sabido lo que es todo y lo que es parte, automáticamente se sabe que el todo es mayor que la parte. De modo que, una vez comprendido lo que significa Dios se concluye que Dios existe. Por tanto, si con este nombre se da a entender lo más inmenso que se puede comprender, más inmenso es lo que se da en la realidad y en el entendimiento que lo que se da solo en el entendimiento. Luego entonces hemos de concluir, que al estar en el entendimiento también está en la realidad. Por lo que, nos consta que Dios es evidente por sí mismo.

Por otro lado, Dios es la verdad. Que existe la verdad es evidente por sí mismo, ya que quien niega la verdad está diciendo que la verdad existe. Luego, para que algo sea verdadero es necesario que la verdad exista, y esa verdad es Dios. Decir la verdad en general existe, es evidente por sí mismo, pero que exista la verdad absoluta, no es evidente para nosotros. Eso sería otra razón de que Dios existe y es evidente por sí mismo.

Tomás establece una proposición entre sujeto y predicado acerca de la demostración de Dios. Y para ello, es necesario preguntarnos antes ¿En qué consiste esta proposición? Para Tomás, el sujeto viene a ser “Dios” y el predicado “existe”. Pero para Tomás, decir predicado y decir sujeto es lo mismo en cuanto tal, puesto que se trata de Dios, y Dios es su mismo ser.

Todas las perfecciones están en el ser y si los entes no las poseen es por la limitación de esencias, que limitan o imperfeccionan al ser. Pues Dios es el único ser subsistente y no puede faltarle ninguna de las perfecciones del ser. Todos los atributos divinos se identifican realmente entre sí y con la esencia misma de Dios, que consiste en su ser. Los atributos divinos tienen una distinción de razón con fundamento en la realidad, que es el de los distintos puntos de partida en las creaturas.

Tomás, en la “Summa Teológica” denota los siguientes atributos divinos: Simplicidad, Perfección, Bondad, Belleza, Infinitud, Inmensidad, Ubicuidad, Inmutabilidad, Eternidad y Unicidad. Y comienza por la simplicidad porque entiende que en Dios no significan imperfección, sino la máxima perfección. Esta perfección lo lleva a descubrir la bondad, que dicho sea de paso, se funda en ella. En definitiva, Tomás hace todo un estudio con cada uno de estos atributos divinos que vienen a ser entitativos al Ser Absoluto que es Dios.

Nietzsche con su aptitud adversa a la de Tomás de Aquino, y haciendo referencia a todo esto, dice que la muerte de Dios promete al hombre la conquista de una nueva dimensión de su ser, su dimensión divina. O sea que, ya no sería Dios el que posee la dimensión divina, ni tendría en su esencia pura todos los atributos antes mencionados, lo cual sería en Tomás como una especie de doxa, a mi modo de ver, ya que solo Dios por ser el único Ser Absoluto, goza de su dimensión divina. Por consiguiente, el hombre es solamente una criatura, lo cual viene a significar y a identificar la incapacidad del hombre como ser creado.
                                                                                     
                                                                                          
                                                                                     Israel Peralta B.


domingo, 11 de octubre de 2015



Significado de la muerte de Dios

De la muerte de Dios, habló antes Hegel y Heine, el místico maestro Eckart. Dios venia agonizando de manera más o menos decorosa desde el Renacimiento, pero fue la Ilustración la que precipitó fulminantemente su fallecimiento.

Al hacer referencia de la frase “Dios ha muerto”, sin duda alguna, denotamos como una especie de síntesis de lo que es el ateísmo de Nietzsche. Este ateísmo no involucra a Nietzsche en una mera negación de Dios, sino que va mas allá del simple negar; le mata. La muerte de Dios, por tanto, se convierte en Nietzsche como en un presupuesto básico del que hay que partir para construir al hombre.

La muerte de Dios es para Nietzsche no solo la carencia absoluta de apoyo y con peligro de muerte de toda existencia, que ha de testimoniar para su época sufriéndola él mismo, sino que adquiere al mismo tiempo un carácter positivo, iluminador y desgarrador. Si Dios como principio que todo lo mueve ha desaparecido del horizonte del tiempo, entonces ha caído también como poder oprimente y amenazador, pero sobre todo como limitación. Es decir, la muerte de Dios en este sentido es para Nietzsche como una liberación, y con razón va a afirmar: 

“En efecto, nosotros, los filósofos y los “espíritus libres”, nos sentimos como iluminados por una nueva aurora por la noticia de que el “viejo Dios ha muerto”…por fin nos aparece de nuevo libre el horizonte, supuesto desde luego, que no está claro. Por fin pueden nuestros barcos zarpar de nuevo, hacia todos los peligros; de nuevo se permite todo riesgo al que está en camino conocer…”

Por tanto, Nietzsche en su libro “La Gaya Ciencia”, nos hace ver que la muerte de Dios tiene como resultado, la liberación del hombre que se siente atado por el poder extraño de Dios y que por consiguiente lo limita. De ahí que esta liberación se convierte como en fuente de iluminación que hace surgir una nueva aurora para el hombre mismo. Con razón de esta experiencia de liberación entonaba Nietzsche la canción del príncipe Vogelfrei:

“Todo me brilla nuevo y aún más nuevo, el medio día duerme en espacio y tiempo. Solo tu ojo me mira inmensamente, ¡oh infinitud!”.

Ante todo esto, me pregunto ¿Cómo es posible que Nietzsche se sienta iluminado por la muerte de Dios? La atracción centelleante de la libertad solo puede ser una atracción para la humanidad cuando lo interior del hombre espera algo, lo desea y lo mira de frente. Si Nietzsche con su palabra de la muerte de Dios es un testigo de los grandes designios de la humanidad, lo es también en las llamativas experiencias de la nueva libertad que alumbró en él aquella especie de testimonio, y en los impulsos que la hicieron libre.

Nietzsche va a romper con lo que es el camino transitado por toda la filosofía tradicional y surge en él, podríamos decir, un nuevo concepto de filosofía. Nos remonta al pasaje famoso de “La Gaya Ciencia”, donde hay un hombre en constante búsqueda de Dios y que no le encuentra: ¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios! Es la experiencia de un hombre loco, que con una linterna encendida en la claridad del medio día, buscaba a Dios desesperadamente, y que los demás al verlo se morían a carcajadas por la ignorancia de este hombre, al parecer de aquellos burlones. Y al quedar sin respuesta de su búsqueda proclama ante los que allí estaban: “Le hemos matado nosotros, vosotros y yo”.

Este es el esquema del aforismo donde se afirma que Dios ha muerto asesinado por los hombres “todos nosotros somos sus asesinos”.

La muerte de Dios promete al hombre la conquista de una nueva dimensión de su ser; su dimensión divina. Promete no solo un cambio individual, sino una vasta transfiguración de la historia. Esta “conversión” por tanto, impregnará todas las formas de la vida humana y permitirá el acceso a una historia más elevada de lo que fue hasta el presente toda la historia. La muerte de Dios se despliega como una especie de luz nueva, difícil de descubrir, como una especie de felicidad, de aligeramiento, de serenidad y de esperanza.

La muerte de Dios, entiéndase bien, no implica en sí misma el secreto de una nueva fortaleza. Solo significa desprotección y reencuentro del hombre con su propia debilidad. Para que pueda transformarse en el camino de la fortaleza, el sentimiento de la desprotección debe ser asumido por el hombre bajo la forma de una renuncia. Es decir, este acontecimiento debe ser adquirido por el hombre en un acto de voluntad, y al aceptar tal rechazo de Dios, encuentra la fuente generadora de su propia humanidad. Y esta renuncia, este acto de arrojo por el cual asume su renuncia, hace posible que soporte lo que pueda haber de terrible. Si el hombre se cierra a Dios, lo rechaza y permanece dueño de sí mismo, este señorío permitirá que se eleve el nivel de su propia humanidad. La renuncia de Dios por consiguiente, viene a ser el supuesto de una verdadera ascensión humana.

Nietzsche en su obra cumbre “Asi habló Zaratustra”, denota la muerte de Dios como un acontecimiento reciente que Zaratustra debe comunicar a los hombres. Y es, el diálogo entre Zaratustra al bajar de la montaña, y el anciano santo del camino, donde le dice: “Amo a los hombres, y el anciano santo le replica; ahora amo a Dios, pues el hombre es para mí una cosa demasiado imperfecta”.

Notamos aquí que el anciano santo considera al hombre como un ser imperfecto y limitado, mientras que por el contrario Zaratustra lo ama, pues en él radica la perfección divina que lo hace como un dios. Ante la ignorancia del anciano santo, Zaratustra se dice, luego de marcharse: ¡Será posible! Este anciano no se ha enterado en su bosque que Dios ha muerto.

Por otra parte, Nietzsche va afirmar que lo que ha muerto es la idea monoteísta de Dios, de la cual, naturalmente, cualquier divinización del hombre o del Estado no es sino, una manifestación levemente maquillada. La muerte de Dios supone en modo alguno, a no ser muy superficialmente, la obligatoriedad del ateísmo. El Dios monoteísta es el Dios de la contraposición frontal y excluyente entre mal y bien, entre razón y sinrazón, entre lo finito y lo infinito, lo individual y lo colectivo.

Finalmente, la muerte de Dios da acceso al infinito sin límites que la voluntad de creencia aprisionaba en unas fronteras demasiado humanas. Incluso Cristo, quien sin embargo había presentido el sentido de sí sin reservas, es un carcelero en la medida en que la tradición hace de él un Salvador. Tanto así, que el sacerdote encierra al creyente en la isla de la salvación para asegurársela; pero desde ahora es posible la ruptura a condición, de que la voluntad tenga la fuerza para querer la adhesión al infinito. La muerte de Dios al hacer imposible la fe, abre cárceles que son las convicciones, con tal de que el miedo a los riesgos de la libertad no obligue a encerrarse en nuevas cárceles; y por consiguiente, el terror del exaltado, lo mismo que el inconsciente de los incrédulos, va a ser el terreno propicio para las idolatrías modernas que renuevan la vieja creencia.

El Dios muerto es ese dios mentiroso, ligado a los necesarios errores de las épocas de barbarie; pero el hundimiento de la mentira deja en libertad el límite de la realidad. De modo que lo que ocurre por vez primera, es que el hombre tiene que orientarse en el mar, ante el horizonte que huye, y que puede apartarse de la tentación de unir el sol con la tierra.

Israel Peralta B.